Hace unos días he aterrizado en ese reino que llaman España y me entero de lo siguiente: que este año Mariano Rajoy no va a convocar el debate sobre el estado de la nación; que un exconcursante de Gran Hermano, Arístides Alonso, es sospechoso de haber planificado en 2011 el atraco al bingo Sporting, en Gijón, y utilizado ese dinero para saltar a la fama, pagando 69.100 € en una subasta para participar en el programa televisivo, del que lo echaron a la semana; y que el Tribunal Constitucional ha anulado la sentencia del Supremo que ilegalizaba a Sortu (organización política de izquierda nacionalista vasca), y les van a comunicar “de forma tajante e inequívoca” qué tipo de conductas conducirían a una eventual ilegalización sobrevenida, o sea, a echarlos de la casa de Gran Hermano.
Aunque no lo parezca, las tres noticias antes enumeradas están relacionadas entre sí.

Entre el Presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, y Arístides Alonso hay más de un paralelismo: Alonso entró en Gran Hermano tras pagar un alto precio en una subasta; Rajoy ganó la presidencia tras ser designado sucesor por el Gran Hermano José María y perder las elecciones de 2004; volver a presentarse en 2008 y volver a perderlas; presentarse de nuevo en 2012 y cantar bingo. Alonso utilizó el bingo para pagarse la fama; Rajoy perseveró en la fama para cantar un bingo.
Pero el bingo que canta Rajoy es el mismo que le va a costar la ruina. Lo van a echar de la Moncloa como a Arístides Alonso de la casa de Gran Hermano. Esperemos que también lo hagan pasar por tribunales.
Y es que el negocio de afanar exige discreción. Si robas, o más bien ayudas a robar un establecimiento o un país, luego no utilices parte del botín para hacer el pijo en la tele, porque acabas delante del juez.
Arístides y Mariano son dos cantamañanas que recorrieron el mismo camino desde el ostracismo al trampolín de la fama, para tirarse a una piscina sin agua llamada España.

Así también la izquierda abertzale, tras jugar todos los cartones al bombo legalista, ha cantado bingo en el Tribunal Constitucional.
Pero es un bingo ruinoso: para pasar por caja hay que aceptar la monarquía parlamentaria, jurar la constitución de 1978, poner el cazo en el Estado de las autonomías, rechazar la violencia contra el Poder y aceptar su tutela. Han recorrido todo el camino y ya están listos para tirarse a la piscina sin agua de la democracia representativa, a sueldo del enemigo. Lo suyo sí que ha sido un “que todo cambie para que todo siga igual”.
En las próximas elecciones autonómicas vascas la izquierda abertzale -Sortu o como se llame entonces- obtendrá, probablemente, los mejores resultados de su historia. Pero según pasen los años y se vea que jamás van a mear fuera del tiesto jurídico-legal y paniagüero, irán perdiendo apoyo y se transformarán en unas plañideras parlamentarias equivalentes en ineficacia y representatividad a Izquierda Unida, Izquierda Plural o como se llamen ahora. La izquierda legal es tan ambidiestra que acaba por hacerlo todo con la derecha, que es la que manda.
Este es el verdadero estado de la nación, ejemplificado en Mariano Rajoy, Arístides Alonso y Sortu: para tirarse a una piscina sin agua no hacían falta alforjas. Se van a hundir en el cemento y nosotros con ellos, si no espabilamos.
