Entrevista con la militante de PCE(r) y GRAPO Elbira Diéguez, donde habla de las cárceles españolas y de su experiencia revolucionaria. La entrevista tuvo lugar al poco de su salida de prisión y fue publicada en el Nº6 de la revista KALEGORRIA, correspondiente a Diciembre de 2001.
Elbira Diéguez Silveira nació en 1958 en Las Carreras (Abanto, Bizkaia), hija de represaliados gallegos que emigraron a Euskal Herria. Su militancia en PCE(r) y GRAPO la ha llevado a pasar más de la mitad de su vida en la cárcel (de 1977 á 1991 y de 1992 á 2001). Arrastra secuelas de las torturas sufridas y de las huelgas de hambre que sostuvo en prisión junto a sus camaradas. Sigue creyendo en la Revolución.
– ¿Cómo ves la política de prisiones tras casi veintitrés años de experiencia?
– La política del Estado español respecto a los presos políticos ha sido la de machacarnos. Pero la inmensa mayoría estamos resistiendo. Mucha gente tiene la idea de que cuando te detienen tu lucha ha terminado. Yo pienso que dentro de las cárceles seguimos siendo no sólo un punto de referencia, sino manteniendo nuestra propia lucha dentro; es otra forma de resistencia frente al Estado. Planteas luchas al Estado dentro de las prisiones y sigues unido al movimiento de resistencia. Hay muchas cosas que como revolucionario puedes seguir haciendo. En estos momentos, por ejemplo, los presos políticos del PCE(r) y GRAPO están manteniendo huelgas de hambre en solidaridad con los presos turcos.
– Las razones por las que empuñaste las armas en los setenta y en 1992 ¿eran las mismas?
– Cuando yo me incorporo en 1977 a la lucha armada es por un pensamiento político. Consideraba que aquello no era la democracia por la que había estado luchando nuestro pueblo, pero aún estaba por ver. Cuando salgo en 1991 ya no soy una niña. Pasan muchas cosas (los GAL, las reconversiones, la creación de la Audiencia Nacional) que lo que hacen es reafirmarme en mis puntos de vista. Por eso salgo y mi perspectiva es seguir luchando por las mismas ideas, por una revolución socialista.
– Cuando sales en 1992, ¿cómo ves la percepción que la sociedad tiene de la revolución?
– Verás, la revolución no es lineal, tiene altibajos. Hay momentos en los que la lucha armada puede ser más aceptada que en otros. Pero hay para mí una cosa muy importante: la lucha armada es un método válido como defensa de los derechos del pueblo, es decir, el pueblo tiene derecho a emplear todos los métodos de lucha que crea necesarios, entre ellos la lucha armada. Si hoy está más desprestigiada es por el papel que están cumpliendo los partidos revisionistas… Esto va a ir cambiando. Hoy en día el Estado está identificando a toda persona que pelea con la lucha armada. Esto te marca un poco qué es lo que más le toca al Estado y lo que más clarifica a la gente.
– A los interrogatorios, tras tu detención en 1977, se presentó un directivo de Diario 16. ¿Cómo te lo explicas?
– Esa es la prueba más palpable de la relación entre la Policía y los medios informativos. Yo tenía muchas razones para ponerle una bomba a Diario 16 por toda su campaña de desprestigio contra los GRAPO y todo lo que oliera a revolucionario, pero cuando le vi allí le dije: “Qué más prueba que estar tú aquí y que te dejen pasar a interrogarme”. Porque fue un interrogador más, además insultándome, agrediéndome. Era un policía más.
– Cuando te interrogaron en 1977 te dejaron sorda del oído izquierdo. En 1992…
– Esta vez la tortura va a ser mayor. Nada más detenerme, me encapuchan. Me están insultando, me están agrediendo, me ponen las botas en el pubis, me hacen tocamientos obscenos, me aplican corrientes eléctricas por todo el cuerpo y en la vagina, me están poniendo contínuamente bolsas de plástico en la cabeza, me dan con la porra en los pies… Pero llega un momento en que ya no me preguntan, que lo que intentan es castigarme físicamente por mi reincorporación a la lucha. Me quitan la capucha ante el juez y este dice que me he caído por las escaleras. Cuando ingreso en prisión, el médico me manda al hospital.
– ¿Cómo has vivido la dispersión estos últimos nueve años?
– Yo he estado sola en Sevilla; es difícil, pero colectiva o individualmente mi experiencias es que, si tú tienes las cosas claras, puedes enfrentarte al sistema penitenciario. Lo importante es que en estos años de dispersión no me hicieran renunciar a mis ideas. Es mucho más difícil resistir sola, pero se puede. Lo importante es conservar tu espíritu revolucionario.
– ¿Cómo ves la actual situación política en el Estado español?
– El Estado ha alcanzado tal grado de fascistización que te puedo asegurar que si yo me he tirado nueve años esta vez por militar en los GRAPO, hoy es considerado terrorista y juzgado como tal cualquiera que mantenga una mínima oposición al Estado. ¿Quién está en la cárcel hoy? Simplemente, quien practica la lucha armada y quien mantiene ideas políticas revolucionarias y antifascistas.
– ¿A qué situación económica os enfrentáis al volver a la calle?
– Cobertura social podemos tener la que cualquiera. ¿Algo especial? Sí, pero de represión: el teléfono intervenido y la Policía en la puerta o cuando haces algún viaje.