Texto del cuaderno de notas de Vanitas, donde el esqueleto se enreda en un diálogo para besugos, a la manera de un personaje de Armando Matías Guiú.
-¿Diga?
-Digo: ¿quién vive?
-Yo vivo. ¿Qué se le ofrece?
-Yo también vivo.
-Muy bien. ¿Quién es usted?
-Soy Vanitas, el esqueleto.
-No. Yo soy Vanitas.
-Yo también.
-Imposible. Yo soy único.
-Yo también.
-Entonces usted no puede ser yo.
-Ni usted ser yo tampoco.
-Ni lo pretendo. Con ser yo Vanitas me conformo.
-Yo no sólo me conformo, sino que lo reivindico.
-Absurdo. Usted no puede reivindicar ser Vanitas y único, mientras yo exista.
-Pero usted no existe. Usted es una imaginación mía.
-¿Para eso me llama por teléfono?
-¿Hubiera preferido que le pusiera un burofax?
-Preferiría que me probase que yo soy una imaginación suya.
-Va entrando usted en razón, pues pide pruebas.
-No hay pruebas ni las habrá.
-Habla usted como un presidente de gobierno.
-Algún gobierno me cabe sobre mi propia persona.
-Usted es una imaginación mía y me basta colgar el auricular para hacerle desaparecer.
-Le llamaré de vuelta.
-No está usted seguro de su identidad, cuando se angustia.
-La angustia es la prueba de mi unicidad.
-Lo contrario es igualmente inverosímil.
-Lo único inverosímil aquí es que usted sea yo.
-Pregúnteme lo que quiera.
-¿Cuántos lunares tengo en el culo?
-Los que yo tengo.
-Así no vamos a ninguna parte.
-Usted no va a ninguna parte.
-Usted tampoco.
-Ya nos vamos entendiendo.
-Supongo.
